La vida de hoy se reduce, en gran medida, a estar detrás de una pantalla. A nuestro televisor, celular, tableta o computador le entregamos nuestro tiempo, nuestra intimidad, nuestros secretos y, sobre todo, nuestros datos. Cuanto más avanza y más nos deslumbra la tecnología, también aumentan los riesgos. Por momentos parece que pudiéramos caer a corto plazo en lo que algunos consideran un estado orwelliano; es decir, una sociedad semejante a la que describió George Orwell en su novela 1984, en la que el ser humano es controlado totalmente por el gobierno mediante pantallas.
No hay que caer en totalizaciones. De hecho, la tecnología en sí es inerte, no quiere nada. Simplemente expresa su aplicación, lo que somos nosotros como seres humanos y como sociedad. En este sentido el futuro no está definido. Sin embargo, algunos hechos nos advierten las amenazas que tenemos delante. A finales del mes pasado, los accionistas de Amazon pusieron sobre la mesa la posibilidad de prohibir la venta de su sistema de reconocimiento a los gobiernos, pues consideran que se podrían estar violando algunos derechos civiles. No obstante, la medida fue rechazada por la junta directiva.
“Esta herramienta de Amazon está muy desarrollada y se está propagando. En este momento no nos parece que sea lo mejor para el bien común y hace que todos vivan en un estado policial”, señaló la hermana Pat Mahoney, miembro de las Hermanas de San José, una comunidad religiosa en Brentwood, Nueva York, que es un inversora de Amazon.
Y es que nuestra información facial es mucho más valiosa que nuestra firma o nuestra huella dactilar, por lo difícil que es cambiarla, y ya es determinante, por ejemplo, en el ámbito judicial. No por nada San Francisco se convirtió, a mediados de mayo, en la primera ciudad de Estados Unidos en prohibirle a la Policía la utilización del reconocimiento facial en sus operaciones, en parte porque la gran mayoría de errores se producían con negros o latinos.
Sobre este tema, un informe de CB Insights, publicado este año, aseguró: “Debido a que esta tecnología es todavía relativamente joven, los algoritmos no han aprendido lo suficiente sobre los matices entre la cara y la piel, tonos, entre otras cosas, para proporcionar la exactitud total que los equipos empleados por la ley necesitan”. Por poner un ejemplo, el sistema de reconocimiento facial del FBI ha presentado un 80 % de fiabilidad, según la compañía de seguridad Kaspersky.
En China, el gobierno del presidente Xi Jinping, conocido por su poderosa política de control ciudadano, instaló en 2016 unos 176 millones de cámaras de vigilancia capaces de detectar y diferenciar rostros, bajo el programa “Ojos de Lince”, que es descrito por algunos como un sistema de vigilancia omnipresente. Además, desde hace un tiempo ya se habrían comenzado a utilizar unas gafas, creadas por la compañía LLVision Technology, que cuentan con un sistema de reconocimiento facial para facilitar la localización de delincuentes a los cuerpos policiales.
Si bien la aplicación de la tecnología en el sistema judicial puede traer beneficios, también genera peligros no solo en términos técnicos, pues siempre hay un margen de error inevitable en la identificación de personas por parte de un algoritmo, sino desde lo ético. En mayo de este año, por ejemplo, la Oficina de Responsabilidad Gubernamental de EE. UU. realizó una auditoría al FBI y descubrió dentro de su base de datos Next Generation Identification-Interstate Photo System (NGI-IPS) que había más de cuatrocientos millones de imágenes de personas libres de cualquier investigación.
Otro cuestionamiento viene de la implementación del reconocimiento facial en el sector migratorio, un tema que se ha convertido en la bandera de la ultraderecha emergente y que promete endurecer las políticas para prevenir el ingreso de personas ilegales en los próximos años, probablemente con la ayuda del reconocimiento facial.
Sobre esto, Gemalto, la multinacional encargada del reconocimiento de iris del aeropuerto internacional El Dorado afirma: “Existen límites para impedir los excesos del gobierno. Por ejemplo, los ciudadanos de los EE. UU. pueden optar por no participar en un programa que incorpore el reconocimiento facial para el embarque. Además, si usted aún no es reconocido e identificado por un sistema de reconocimiento facial, no puede ser identificado o comparado si aparece en su campo de visión”.
Más que nunca entre nosotros
Además, ese tipo de tecnología ya está presente en muchas de las acciones de nuestra vida. Basta pensar en el uso que le han dado Apple y el resto de marcas de celulares que nos obligan a desbloquear los dispositivos mediante el reconocimiento facial. Un movimiento inteligente, teniendo en cuenta que, según el portal Bankmycell, hoy en día ya hay cerca de 8.900 millones de conexiones móviles alrededor del mundo, superando así la cifra de población mundial, que ronda los 7.600 millones.
Lo mismo ocurre con Facebook e Instagram, redes sociales que cuentan con sistemas de inteligencia artificial basados en algoritmos propios aplicados al reconocimiento facial y que albergan en sus bases de datos los bancos más grandes de imágenes y rostros en el mundo.
En uno de sus informes, Kaspersky asegura: “Aunque no seas miembro de ninguna red social, o hayas evitado subir una foto real tuya a ellas, tu cara puede colarse en la base de datos de una compañía de red social. El año pasado, un ciudadano de Chicago demandó al servicio de fotos Shutterfly porque la web añadió su foto a su base de datos sin su consentimiento. Un tercero (probablemente un amigo) había subido su foto a Shutterfly y firmó la imagen”.
Pese a todos estos riesgos, el uso de este tipo de tecnología también podría traer algunas facilidades a nuestras vidas. Listerine, por ejemplo, creó una aplicación que utiliza el reconocimiento facial para avisarle a personas ciegas cuando otros les sonríen. Los expertos aseguran, además, que los sectores de la medicina, financiero y publicitario también empezarán a implementar cada vez más nuestros rasgos faciales.
Reconocimiento facial ético
Si bien el control gubernamental es un peligro, el problema ético al que posiblemente nos enfrentemos en un futuro es el uso que le da el sector privado. Un proyecto de ley de privacidad de Washington, que fracasó este año, ya planteó el problema, cuestionando cómo se les informaría a los clientes sobre la presencia de esta tecnología, qué derechos tendrán para no aceptarla o qué tan fácil sería ese proceso.
Según la directora de pleitos de vigilancia de la Fundación Electronic Frontier, Jennifer Lynch, algunos estados de Estados Unidos ya han empezado a tomar cartas en el asunto. De hecho, una ley en el estado de Illinois exige a las empresas un consentimiento por parte de los clientes antes de almacenar cualquiera de sus datos biométricos. El año pasado se desató una gran polémica por un concierto en Los Ángeles de la cantante Taylor Swift, quien, sin advertir a sus seguidores, usó un sistema de reconocimiento facial para detectar acosadores dentro del público.
¿Avances en América Latina?
En Colombia ha sido tortuosa la tarea de incluir proyectos con reconocimiento facial de por medio, en parte por la poca confianza que hay en el Estado. En 2015 se pensó en instalar al menos doscientas cámaras con reconocimientos facial en cien estaciones y cien articulados de Transmilenio. Sin embargo, le salieron dos piedras en el camino. La primera fueron las organizaciones civiles, que vieron en la medida una amenaza contra los derechos civiles. La segunda fue que para ponerlo en funcionamiento se necesitaba una base de datos que no existía.
Argentina y Chile, en cambio, son países de la región que tienen avances en el tema. El gobierno local de Buenos Aires implementó, en abril de este año, trescientas cámaras distribuidas en toda la ciudad capaces de identificar los rostros de personas prófugas de la justicia. Esas personas están registradas en el sistema de Consulta Nacional de Rebeldías y Capturas que, a su vez, depende del Ministerio de Justicia y Derechos Humanos del país.
En Santiago de Chile, por su parte, la tecnología ha sido anunciada numerosas veces, pero sigue siendo un piloto de prueba. El diario El Mercurio reportó que en la comuna de Lo Barnechea se han instalado diez de las sesenta cámaras con reconocimiento facial que anunció el gobierno. Uno de los grandes problemas que argumentan las autoridades locales es que no se han podido poner en funcionamiento por los altos costos y el poco presupuesto con el que cuentan.